Todo
empezó cuando varios centenares de enemigos desbordaron nuestra
formación por el oeste, seguimos dominados por el centro mientras
por los francos nuestra caballería aguantaba bien al enemigo, pero
en el maldito ala izquierda perdimos fuelle. Como mandamás, mi
misión fue reorganizar las líneas. Mandé a un grupo de guerreros
fornidos, que aguantarían la formación aún sin quebrar,
acompañados de varios arqueros para sostener ese ala, mientras
todavía podíamos dominar por el centro. El ala derecha no dejaba de
preocuparme, pero todo parecía claro: el ala aguantaría.
Pasan
los minutos, el enfrentamiento no acaba. Decido unirme al ataque en
el ala derecha para insuflar ánimos a mis compañeros de contienda:
“Por nuestra patria. Que la alianza enemiga caiga bajo el yugo de
nuestros pies”. Nuestra alianza de minotauros, orcos y demás
tendría que destrozar a estos humanos de una vez por todas. Me
adentro en la batalla; flujos de magia corren a mi alrededor, caen
algunos amigos, enemigos… nunca se sabe. Pisoteo cuerpos
adentrándome en mis propias líneas para encontrarme con el enemigo.
Al verme, mis propios soldados vociferan y aúllan con más valor
para darse a valer ante mis ojos; si lo hubieran hecho antes, todo
hubiera sido diferente.
Tres
mandoblazos y el primero de mis oponentes cae al suelo; a mis pasos,
cientos de mis guerreros buscan desesperados congraciarse conmigo
tras darse cuenta de que estoy aquí porque ellos no supieron
mantener su posición.
Sigo
adelante.
No
es sólo cuestión de honor.
Ahora
necesito una victoria total o la muerte. Me agacho y ensarto a uno de
los elfos guerreros de mis oponentes con mis cuernos, mientras, una
arquero acaba de atravesar a un mago de las filas enemigas. Envío
mensajes al ala derecha para mandar más magos y sanadores para
igualar algo esa ala; tendrán que aguantar si quieren seguir
adelante.
Avanzo.
Bramo
para dar más coraje a mis tropas, que están decayendo en este ala.
Parece que ni mi ayuda mejora la actual situación; parece incluso
que está decayendo el espíritu. A mi alrededor caen demasiados de
mis hombres. Busco al culpable de la catástrofe. Alguno de sus
hechiceros estará apoyando con magia negra sus tropas.
Cargo
contra otro enemigo que dejo atrás para que otro se encargue de él,
mientras yo busco con la mirada al causante de mis bajas. Un mago a
los lejos parece invocar mucho flujo a su alrededor; insto a mis
arqueros, cazadores y demás que lancen una andanada hacia ese
malnacido. Todo se perderá si no consigo acabar con él, mientras
está distraído esquivando flechas, lobos y demás, aprovecho para
correr hacia él y cogerle por sorpresa, aunque el sorprendido acabo
siendo yo. Me lanza un hechizo de fuego que por milímetros no me
alcanza. Miro atrás donde aullidos de dolor auguran una muerte
aliada.
Cuando
ya estoy cerca, el mago intenta huir, pero ya es demasiado tarde: mi
hacha clama venganza y su filo ansía su sangre. Me arrojo sobre él.
Le agarro la cabeza, y de un hachazo se la arranco del cuerpo
mientras aúllo para demostrar que he acabado con una pieza clave de
los enemigos. Detrás de mí, mis hombre se hinchan de valor y se
lanzan a la contienda, pero más que asustados, mis enemigos parecen
más fuertes que nunca. Agarro una montura mientras intento
presentir que es lo que les da tanto coraje; busco mi puesto de mando
donde acertar a ver como se desarrolla la batalla sin los informes
confusos de cientos de voces en mi cabeza.
En
la colina el aspecto no es mejor; el centro se a quedado estancado
mientras el ala derecha está ahora con un poco más de empuje y el
ala izquierda la he perdido de vista. Busco desesperado alguien con
informes sobre esas alas, era crucial esa información. Sobre mi
cabeza los mas desalentadores pronósticos surcaban un mar de dudas.
Busco
alguien que pueda cambiar el curso de la guerra; mandé exploradores
a modo de espías para intentar infiltrse tras las líneas enemigas y
buscar alguna jugada sucia que decantara la guerra a nuestro favor
pero tampoco tenía noticias de ellos; esto sigue sin ser bueno.
Busco algún apoyo que dé fuerzas al empuje incial en la primera
linea; encuentro a algún que otro luchador que, poco contento con la
contienda, estaba intentando dejar las líneas y, tras un arreón, lo
devuelvo a la formación.
Busco
deseperadamente el ala izquierda. ¿Cómo demonios puedes perder un
ala entera? Además, el ala derecha debería estar venciendo. En
cualquier momento deberíamos poder tener noticias de ese maldito
ala.
Todo
parece mas sombrío; el cielo se encapota y un rugido estremecedor
aparece por nuestra espalda. Miro desesperado intentado discernir el
origen de tal rugido.
El
maldito ala izquierda enemiga ha aparecido a nuestra espalda. Eso no
augura nada bueno de la nuestra propia. Intento reagrupar nuestras
líneas en un vano intento por controlar la situación.
Imposible.
Cientos de hombres caen a mi alrededor y muchos intentando
defenderme; si muero yo, muere la última esperanza de nuestro
ejército.
Todo
está perdido; hemos sido rodeados de la manera mas estúpida que
concibo, perder nuestra ala izquierda y ,por ende, dejar que la suya
nos cogiera por la espalda.
Solo
quedamos unos pocos que seguimos defendiéndonos. Las fuerzas no son
las mismas y las múltiples heridas de combate nos daban aún menos
esperanzas. Todo parece menos nítido, una realidad alternativa, como
si el mundo dejara de ser. Un arquero clava en mi la saeta que
predice la muerte, caigo de bruces en el suelo. Todo ha acabado; la
muerte me espera impaciente.
Miro
a mi alrededor.
El
mundo parece ahora menos honorable.
Las
tierras que parecían tan reales hace un momento, desaparecen a mi
alrededor.
Gritos
en la lejanía.
Pero
esta vez no son de guerra, no son de lucha ni magia.
Son
los gritos de mi madre diciendo si quiero algo de merendar.
Suelto
el mando de la consola.
Todo
ha acabado.
Por
un momento el mundo que vivía era tan real.
Cuanto
deseaba haber muerto con gloria como su avatar.
Y
haber vivido todas esas aventuras.
Se
mira en el espejo, mira los restos de comida que ha dejado a su
alrededor la batalla, no parece que sea tan honorable ahora el haber
estado en esa batalla.
El
reflejo del espejo no es más que un envoltorio asqueroso que le
recuerda la triste existencia, sus kilos de más, sus ligues de
menos. Cuanto deseaba ser un minotauro de verdad, empuñar ese hacha
de guerra, conjurar los hechizos como el juego, ser tan épico y tan
real como lo sintió hace un momento.
Pero
que se le va a hacer, recoge algo más de comida que comer, necesita
recuperar fuerzas para la siguiente batalla.
Suelta
un suspiro mira sus oreos con ansia y asía el mando como si de un
hacha de guerra se tratase, quizá su mundo fuera una mierda pero hoy
tenia una batalla que luchar, un ejército que vengar y un mundo
alternativo que se le antojaba tan real...
No
quería dejar de vivirlo por un instante en su vida.
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario